lunes, 25 de abril de 2011

Qué significa "estar derecho"?

A menudo, de chicos nos decían “derechito!” durante la cena y entonces, erguíamos la cabeza, llevábamos los hombros hacia atrás y sacábamos pecho. Lo mismo sucedía a quienes aprendían piano en otras épocas o a quienes tenían que responder a alguna forma pautada desde el afuera (militares, bailarines clásicos, por ejemplo).
Por suerte, los tiempos han cambiado y en algunas cosas, hemos evolucionado. Actualmente, se sabe que “estar derecho” no es saludable; por el contrario es tan patológico como “estar torcido”.
Ocurre que la columna tiene sus curvas fisiológicas, resultado de la adaptación de nuestro cuerpo a la bipedestación; éstas son: la curva cervical (cuello), la curva dorsal (tórax), la curva lumbar (cintura) y la curva sacra (pelvis).
Tanto si estas curvas están demasiado pronunciadas (hipercifosis o hiperlordosis, según si la curva es anterior o posterior), como si están demasiado disminuidas o son inexistentes (rectificación) significa que estamos frente a una o más curva/s patológica/s de la columna vertebral.
En uno u otro caso, el abordaje es el mismo: Armonizar las curvas de la columna, equilibrarlas. Por ejemplo, para quien tenga algún tipo de rectificación cervical, la premisa será recuperar la curva natural cervical; para quien tenga una hiperlordosis lumbar, la intención será suavizar esa curva.
Naturalmente, cualquier modificación que hagamos en una porción de la columna, afectará al resto de la columna, creando algo así como un “efecto dominó”, por eso es importante trabajar con todas las curvas en simultáneo.


INTENTE LO SIGUIENTE:

Recuéstese en el piso boca arriba (puede colocar una manta si la superficie le resulta muy dura o muy fría). Dése un instante para respirar y relajarse.
Luego doble las piernas, una por vez, dejando las plantas de los pies bien apoyadas en el suelo, separadas entre sí (como si estuviera de pie). Deje los brazos en el suelo, cerca del cuerpo.
Suspire e intente bajar el pecho hacia el suelo durante la exhalación. Repítalo varias veces, tratando de tomar aire muy suavemente y procurando que las exhalaciones sean más largas que las inspiraciones para que el pecho no vuelva a elevarse con cada respiración.
Una vez que pueda mantener el pecho en el piso, intente respirar entre las costillas, abriéndolas y bajándolas hacia el piso, sin que el pecho se eleve. Estos movimientos requieren de mucha práctica y repetición para que el cuerpo vaya asimilando poco a poco cada una de las consignas. No se frustre si no puede realizar alguna de ellas; lo que cuenta en estos ejercicios es el proceso.
Ubique el apoyo del sacro (es un hueso que tiene el tamaño de su mano y que está en el final de la porción más baja de la columna) e intente llevarlo sutilmente hacia delante, como si estuviera recostado sobre una bandeja y le retiraran esa bandeja hacia los pies. (Atención: No aplaste la cintura contra el suelo)
Recuerde que cada uno de los pasos que vamos siguiendo, no anulan al anterior; por el contrario, el desafío está en poder enraizar cada uno de los apoyos ganados en cada exhalación.
Finalmente, acomode  la cabeza, de manera tal de alargar un poco el cuello por detrás y despegar levemente el mentón del pecho (aún continúan el pecho, las costillas, el sacro y las plantas de los pies enraizados en el suelo). Quédese unos instantes respirando para incorporar el nuevo apoyo del cráneo.
Una vez que ha logrado mantener todas las curvas de la columna, intente después de cada exhalación, llevar los hombros apenas unos milímetros hacia el suelo sin modificar nada de lo anterior.
Para desarmar la posición, extienda las piernas en el suelo, una por vez, tratando de mantener la nueva colocación de la columna y dése un instante para observar si nota algún cambio con respecto al momento en que se recostó antes de comenzar con los ejercicios.

Dalila Yentel
Directora
POSTURALMENTE
http://posturalmente.blogspot.com/
posturalmente@gmail.com